miércoles, 25 de febrero de 2015

DERECHO A LA EDUCACIÓN

 
 
La blusa blanca de Moambi refleja brillante el sol de la mañana de Kashuga. Ella luce orgullosa su nuevo uniforme escolar: va a la escuela de secundaria tras dos años de permanecer en casa.

Maombi es una de las más de 2,7 millones de personas desplazadas que viven en la República Democrática del Congo. Ella y su familia abandonaron su hogar huyendo de los ataques de uno de los innumerables grupos armados que actúan en la región. Al dejarlo todo atrás, la familia de Maombi apenas tenía recursos para empezar de nuevo.

Las elevadas tasas escolares implicaban que, por ahora, solo los hermanos varones de Maombi podían asistir a la escuela. Su madre y su padre no tenían dinero y creían que priorizar la educación de los niños era una inversión inteligente. Ahora, dos años después, la familia está más o menos establecida y Maombi ya puede comenzar en la escuela de secundaria.

Crecer sin una educación sólida es el destino de muchos niños y niñas desplazados en Kivu del Norte. Las razones son múltiples. Muchas familias  no tienen suficiente dinero. En otras familias, los niños tienen que trabajar para poder sobrevivir. Los huérfanos y los niños no acompañados a menudo tienen que valerse por sí mismos y, a veces, hacerse cargo de sus hermanos menores. En otros casos, los grupos armados han destruido los edificios escolares y los niños no tienen espacios seguros para aprender.

Sea como sea, la educación es un derecho fundamental y absolutamente necesario para un futuro esperanzador.

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